Influencers mexicanas: entre la blanquitud, los privilegios y las redes sociales.
Texto por Dulce Perea. Ilustración por Ale Vega.
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Recuerdo que hace unos 10 años, se hablaba de que los millenials eran la primera generación en integrar las redes sociales en la configuración de sus identidades individuales y colectivas. Yo, que formo parte de los últimos millenials, a diferencia de la generación Z, aún recuerdo algunas características de la vida cotidiana sin internet ni redes sociales. Muchos de nosotros hicimos uso de la televisión, del cine, de los medios impresos (como revistas o libros) incluso de la radio para comenzar a formarnos una noción de nosotrxs mismos; de cuáles eran nuestros gustos musicales o nuestro estilo personal.
En realidad, no existía una red social con la cual tuviésemos que construir una imagen ideal o prefabricada frente a lxs demás. No quiero decir que esto no se hacía (crear una narrativa de sí mismx para relacionarse con otrxs) pero no había una red social como tal que funcionara como intermediaria de este proceso. Posteriormente, entre los años 2006 y 2008, en México empezó a popularizarse el uso de MySpace, Hi5 y Facebook; y fue ahí, que la narrativa comenzó a cambiar para millones de jóvenes y adolescentes.
El internet se presentaba como un emocionante espacio en el que cualquier persona podía subir cualquier contenido. En términos creativos no había reglas predeterminadas: podías crear un blog y escribir de lo que sea, subir dibujos, tutoriales, fotografías y videos de cualquier tipo. No necesitabas de una buena cámara ni de un equipo de sonido profesional para hacer videos que se hicieran populares. La red abría un panorama de múltiples oportunidades para todo aquel que tuviera acceso a ella. Fue recientemente que tomé consciencia del papel tan determinante que el internet ha adquirido en la dinámica social. Es decir, hasta hace unas décadas, era extraño pensar que se podía vivir de hacer videos de maquillaje o moda en YouTube, o que podías ser famosx e influenciar a cientos de miles de personas desde una computadora o un celular.
Si alguien llegaba a viralizarse, era fruto de una mera coincidencia. A mi mente llega Edgar, de «La caída de Edgar»; ese video casi reliquia antigua de YouTube, que por cuestiones de azar, millones de personas reprodujeron. En resumidas palabras, hasta hace una década, la intención (y el éxito) de ser reconocido a través del internet era algo inusual; siempre existía un elemento ajeno para lograrlo: una revista, una agencia de modelaje, una campaña publicitaria, etc. Pero actualmente, las redes sociales han ampliado exponencialmente nuevos espacios, aparentemente más democráticos, con los cuales ya no es necesario trabajar con una marca de maquillaje para convertirte en beauty gurú; o ser artista o modelo para influenciar cierta estética. Se ha alcanzado un momento en que el número de seguidores y likes pueden traducirse en dinero; y en consecuencia, en poder económico, social y cultural.
Frente a esta realidad, llegué a imaginar que dichas plataformas se desbordarían con la variedad de lxs creadores, de todos aquellos sujetxs que históricamente han sido excluidos, ridiculizados o invisibilizados de los mass-media tradicionales. Desafortunadamente, ese ideal llegó de forma profundamente sesgada, ya que, si unx echa un vistazo a estas plataformas, pero en particular, a lxs usuarios más influyentes de ellas, es curioso que nos encontremos con lxs mismos sujetxs de siempre, muy parecidos entre ellxs mismos y que no rompen con los estándares hegemónicos del pasado.
Entrando de lleno al caso que nos interesa, las beauty y fashion bloggers mexicanas son la personificación perfecta de este sesgo profundo en las redes sociales. Ejemplos como Pamela Allier (@pamallier), Anna Sarelly (@annasarelly), Tere Suarez (@teresuch), Andrea María (@dearmilano), Fer Millán Delaroière (@fermillan), Mariana Rodríguez (@marianardzcantu) entre otras. La mayoría de ellas comparten una serie de cualidades difíciles de ignorar. Empezando por, quizás la característica más evidente: el status socioeconómico alto y todo lo que se desprende de éste primer hecho; los viajes al extranjero varias veces al año, los estudios en universidades privadas, costear servicios de servidumbre, habitar en varias de las zonas más exclusivas del país, el consumo de todo tipo de artículos de lujo; desde celulares, computadoras, comida, carros, restaurantes, ropa, maquillaje, etc. En general, el consumo de un estilo de vida que sólo se encuentra al alcance de un porcentaje muy reducido de la población nacional.
He de aclarar que esta reflexión no pretende señalar a individuos específicos, sino a lo que representan en una sociedad brutalmente desigual y excluyente como lo es la mexicana; así como tratar de responder a una serie de cuestiones acerca del fenómeno en su conjunto. En ese sentido, me surgen las siguientes preguntas: ¿Por qué todas son tan similares? ¿Qué es lo que está detrás del arquetipo que logra convertirse en una influencer exitosa? ¿Por qué queremos continuar siendo influenciados por personas que no se relacionan en lo absoluto con nuestras vidas; vale decir, más allá de las particularidades, cuál es el origen de la empatía por ellas y su contenido? Y por último ¿por qué todas ellas son tan blancas?
Más allá de la cultura del flexing en las redes sociales; vale decir, el hábito de mostrar la mejor versión de nuestras vidas en ellas (o lo que creemos que es la mejor), me parece que en México el problema radica en algo mucho más profundo, irreductiblemente histórico y político; y que, antecede al internet, pero que sin duda lo atraviesa. Concretamente me refiero al proceso de configuración de identidades individuales y colectivas; y las estructuras históricas que las determinan. Explica Bolivar Echeverría, filósofo ecuatoriano, que la identidad es aquel mecanismo por el cual nos reconocemos a nosotrxs mismxs. Es producto de las relaciones económicas y de poder; y no solo el resultado exclusivo de la cultura, los hábitos y las costumbres. En otras palabras, la identidad es un proceso imposible de construirse de manera individual, depende también del contexto y de sus determinaciones históricas, (Echeverría, 2007). Digamos que es un proceso siempre en movimiento, siempre transformándose.
No obstante, ocurre que en las sociedades modernas, sobre toda la diversidad de identidades se antepone una que es la que mejor le funciona a la forma de organización dominante (la capitalista): la de blanquitud. Es decir, sistemáticamente se impulsa un proceso de homogeneización de las subjetividades. Dice Marx, de subsumir; esto quiere decir, de integrar y transformar dentro de si mismo las identidades, siempre hacia una apariencia de blanquitud, (Marx, 1861). Esto significa que el capitalismo pugna por una identidad, una subjetividad que se presenta como neutral y como universal, pero que no lo es. Dicho de otra forma, no es necesario ser blanco de piel para participar de la blanquitud, entendida como:
“La solicitación que éste (el capitalismo) hace de un cierto tipo de ser humano capaz de ser funcional con la acción que subsume la vida humana al capital; de una humanidad que demuestre una cierta definición ético-antropológica como característica básica de su comportamiento y apariencia. Para disfrutar una presencia social como “moderno” no bastaba con serlo, había también que parecerlo».
(Echeverría, 2005: 6)
En ese sentido, estamos hablando de “un racismo constitutivo de la modernidad, un racismo que exige la presencia de una blanquitud de orden ético o civilizatorio como condición de la humanidad capitalista” (Echeverria, 2007: 146). El éxito de las influencers mexicanas, paradójicamente identificadas como whitexicans, no solo refiere a su color de piel (que sin duda es blanco o blanqueado) sino a todo el conjunto de comportamientos, hábitos, ideas y concepciones que reproducen y que se asocian con un sujeto exitoso, civilizado, trabajador, talentoso, creativo, etc., y al cual la mayoría de nosotrxs (al vivir en una sociedad neocolonial y profundamente excluyente frente a todo lo que no es “blanco”) aspiramos a convertirnos, imitar o reproducir; aunque nuestras condiciones materiales nos digan sistemáticamente lo contrario. Es decir, evidentemente más del 70% de las mujeres mexicanas no podemos consumir una bolsa Prada equivalente al salario de un año, ni una paleta de sombras Pat McGrath de $6,000, ni una crema de farmacia (ah! Pero de Londres, pequeño detalle). Un breve ejemplo de la blanquitud es el caso de Yalitzia Aparicio, quien cuando obtuvo su nominación al Oscar, miles de personas dudaron de su capacidad actoral; en cambio, cuando se pone en cuestión el éxito de estas influencers, no faltan lxs usuarixs que las defienden diciendo que todo lo que tienen es gracias a su “trabajo”, su “carisma”, su “inteligencia” y no a su privilegio de clase y raza.
En realidad, el colonialismo es un sistema tan intrincado en todas las relaciones sociales que nos atraviesan, que es imposible negar al denominado “algoritmo blanco” de YouTube o la preferencia de las marcas por influencers blanqueadas y privilegiadas que puedan proporcionar una “mejor imagen para sus productos”. Como menciona Echeverría: “El racismo normal de la modernidad capitalista es un racismo de la blanquitud. Lo es, por que el tipo de ser humano que requiere la organización capitalista de la economía se caracteriza por la disposición a someterse a un hecho determinante: la lógica de la acumulación del capital. Mientras prevalezca esta organización y este tipo de ser humano, el racismo será condición indispensable de la “vida civilizada”. (Echeverría, 2007: 160)
Ahora bien, pese a que el colonialismo realmente nunca se fue, sino que encontró renovadas formas de operar y reproducirse en la vida cotidiana, es importante tomar consciencia de la crítica, como herramienta para comprender lo nocivo del consumo de este tipo de beauty y fashion bloggers mexicanas. Como he dicho a lo largo de este texto, el problema de la blanquitud y los privilegios van más allá de los individuos. Sin embargo, es importante comenzar a exigir sensatez por parte de estxs sujetxs. Efectivamente, como dice la YouTuber afroamericana amandamaryanna, estas influencers no son responsables de nacer con atributos valorados por la sociedad en la que vivimos, ya sean éstos de carácter físicos o materiales; pero de lo que sí son responsables, es del contenido que producen y de lo que deciden mostrar en las redes sociales. Quizá lo más congruente que podrían hacer es no dejar que su contenido gire en torno al consumo de un estilo de vida realmente inaccesible para el 90% del público que las consume.
Pero bueno, al final me parece secundario si las influencers mexicanas deciden dejar de dar cringe. Tal vez, aquí lo más importante sea comenzar un proceso colectivo de crítica y autocrítica de nuestros comportamientos y hábitos de consumo. Y dejar de identificarnos con esa imagen blanqueada de la belleza, de lo civilizado, de lo que tiene derecho al éxito; y generar otros procesos identitarios, basados en el reconocimiento de nuestra historia, del color de nuestra piel y de una vida cotidiana que corresponde a las mayorías; y, que sin duda es hermosa, diversa, digna y mucho más creativa de lo que nos podemos imaginar.
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REFERENCIAS.
[ 1 ] Echeverria, B. (2007). Imágenes de la blanquitud, publicado en Sociedad icónicas, Siglo XXI. México.http://www.redmovimientos.mx/2016/wp-
content/uploads/2016/10/bolivar_echeverria.pdf
[ 2 ] Echeverría, B. (2005). La modernidad «americana»(claves para su comprensión). Manuscrito no publicado.
https://www.flacsoandes.edu.ec/web/imagesFTP/1262639834.La_modernidad_americana.pd
[ 3 ] Marx, Karl (1861 – 1863) La tecnología del capital: Subsunción formal y subsunción real del trabajo al proceso de valorización (EXTRACTOS DEL MANUSCRITO 1861 1863) La tecnología del capital, selección y traducción de Bolívar Echeverría. https://desarmandolacultura.files.wordpress.com/2018/04/karl-marx-la-tecnologia-del-capital.pdf
[ 4 ] ftiffanyferg, You’re not relataba anymore, publicado el 9 de Noviembre de 2019, YouTube 23:42. https://www.youtube.com/watch?v=sSjz_5Adi98&ab_channel=amandamaryanna
[ 5 ] amandamaryanna, The myth of merytogracy on youtube, publicado el 9 de Octubre de 2020, YouTube 18:51. https://www.youtube.com/watch?v=3UBBulOCI7I&t=225s&ab_channel=tiffanyferg
[ 6 ] Javi Alonso, LA RUEDA DE PRIVILEGIOS: por qué interseccionalidad, publicado el 19 de Marzo de 2019, YouTube 27:46.
https://www.youtube.com/watch?v=2cCbIXzXOoY&ab_channel=JaviAlonso
[ 7 ] As Told By Kenya, I’m tired of rich people…; publicado el 30 de Octubre del 2020, YouTube 28:16 https://www.youtube.com/watch?v=iPgwraD4nxc&t=5s&ab_channel=AsToldByKenya
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Dulce Perea estudió Geografía en la UNAM. Es especialista en Geografía Económica, Geopolítica y Demografía. Le interesa escribir sobre feminismos, masculinidades, marxismo y psicoanálisis. En su tiempo libre le gusta ver películas, series y anime con su gatita, estudiar japonés, maquillarse y probarse ropa por las madrugadas.