Texto por Ana Ortigoza
El ser humano está sediento de aceptación. Comúnmente está inmerso en una constante búsqueda de estímulos que le permitan elevar su autoestima, y, en un entorno donde todo está al alcance de sus manos, ha encontrado en las redes sociales un espacio en el cual puede dominar a su antojo el mundo de las apariencias.
Instagram, creada en 2010, surgió como una aplicación que permitía a sus usuarios editar cualquier fotografía a través de múltiples herramientas, convirtiéndose posteriormente en una red poderosa cuyo uso se extiende alrededor del mundo. De esta forma, lo que comenzó con filtros coloridos dio paso a herramientas de edición fotográfica, stickers, gifs, videos cortos, filtros de belleza, y contenido clasificado por temática orientado a los intereses de cada usuario.
Sin importar las preferencias de cada uno, esta aplicación se ha convertido en un bello aparador donde las personas no sólo buscan mostrar lo mejor de sí mismas, sino que también cuentan con un nivel de exposición mayor al que existía años atrás. En este sentido, y de la mano con todas las herramientas que ésta ofrece, gran parte de los usuarios han optado por exponer sus cuerpos, viajes, experiencias agradables, amistades e incluso lujos que, en muchas ocasiones, se han alejado de la realidad.
Aunque esto podría parecernos absurdo, parece remontarse a los deseos y aspiraciones más primitivos del ser humano, pues su usual mimetización y una autoestima que depende de la validación social, lo han llevado a seguir tendencias e igualar el aspecto de las personalidades más bellas, admiradas y exitosas de su entorno.
No obstante, independientemente del ámbito al que se dediquen o el tipo de perfil que posean, no existen personas feas y fracasadas en Instagram. Esta red social se encuentra permanentemente plagada de una perfección que puede ser encarnada por instagramers reconocidos o usuarios particulares por igual, pues, en este caso, con un poco de creatividad y talento para la edición y la fotografía, todos tienen la posibilidad de aparentar lo que no son desde cualquier dispositivo u ordenador.
Hasta el día de hoy, se han realizado algunos experimentos como los de Byron Denton o Carolyn Stritch, que han comprobado que, especialmente en esta red, no todo es lo que parece. Sin embargo, aunque esto aplica para casi cualquier tipo de usuario, hay un sector específico que se ha caracterizado por conservar un cuestionable estilo de vida y una figura de ensueño, del cual se desprende lo que en esta ocasión denominaremos “La Chica Instagram”.
Aproximadamente 1,000 millones de personas usan Instagram día con día, de las cuales, de acuerdo con Hootsuite, 472,900,000 son mujeres.
Todas ellas, y muchas más que en esta ocasión no alcanzamos a visibilizar, durante años se han visto en la necesidad de cuidar su imagen más de lo usual a través de tediosos y desgastantes procesos, así como de ajustarse a estándares impuestos por figuras masculinas y celebridades que, hoy en día, gracias a internet, pueden propagarse masivamente y con mayor facilidad.
Instagram es una cuna de estereotipos de salud, relaciones interpersonales, estilos de vida, niveles socioeconómicos…y luego llega la Chica Instagram, que los reúne a todos ellos bajo un aura de motivación y positivismo.
La Chica Instagram sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, y enseña a todos cómo volverse millonarios y viajar por todo el mundo siendo sus propios jefes, les muestra cómo es caminar durante un atardecer en Grecia, e incluso cómo luce un espacio de trabajo meticulosamente ordenado o un postre de chocolate en un lujoso restaurante.
Su día a día suele estar bajo control. Medita constantemente para mantener su vida equilibrada, y esto se traduce en un cuasi permanente estado de ánimo elevado, pues parece sonreír a todo lugar al que va.
Si bien mantiene un conteo de todas las calorías que consume y come abundantes frutos y ensaladas, también dedica tiempo a mantener una figura esbelta y tonificada, lo cual hace evidente a través de videos donde muestra sus arduos entrenamientos, y de fotografías donde porta modernos conjuntos deportivos. ¿Extenuante? ¡Por supuesto! Pero todo ese esfuerzo rinde frutos al proporcionarle un cuerpo que puede portar con distinción casi cualquier prenda, con lo cual podría tomarse fotografías vistiendo una horrible camiseta que esté fuera de tendencia, y seguramente continuaría luciendo fabulosa.
Después de hacer referencia a su espectacular figura, no podemos evitar mencionar su impecable apariencia. La Chica Instagram puede encarnar la imagen de las celebrities e influencers más reconocidas del mundo. Su piel tersa y usualmente blanca, su sonrisa perfecta, rasgos proporcionados, y, sobre todo, sus notables habilidades para el peinado y maquillaje, le permiten lucir adecuada en cualquier momento.
¿A todos nos resultan familiares estas frases? Seguro que sí. Y es que se asemejan más a un guion de infomercial que a la descripción de una persona real.
La Chica Instagram hace todo bien y pareciera que nada es imposible para ella, por tanto, resulta ser la fiel encarnación de aquella Barbie con la que solíamos jugar; aquella se nos vendía bajo el lema “Sé lo que quieras ser” y que, hoy en día, a través de un álbum de fotografías e incontables videos nos dice “Sé como yo”.
Estamos hablando pues de un estereotipo que trasciende fronteras y, mediante un proceso en cadena, logra llegar a cada dispositivo u ordenador donde está permitido el uso de esta red social.
Las grandes instagramers muestran a sus seguidoras cómo deben ser, éstas las imitan y, como consecuencia del aprendizaje de sus estrategias, adquieren la posibilidad de reclutar a más usuarias a las cuáles adoctrinar.
Sin duda, sería sumamente irracional satanizar por completo a La Chica Instagram después haber posado para treinta fotografías con el objetivo de elegir la más adecuada para postearla, e incluso después de reconocer que un estereotipo es, en términos generales, una manera de simplificar la complejidad. Entonces pues, el problema no radica en la existencia de estereotipos o en la belleza y riqueza de algunos, sino en la nula distinción social entre lo que es real y lo que no lo es.
Un estereotipo puede ser asimilado por cualquier persona de cualquier estrato social, tomándose así como un punto de referencia con el cual ésta se juzga o evalúa a sí misma. Por ende, al entrar a esta red y deslumbrarse, una mujer delgada y con acné puede sentirse acomplejada al observar una despampanante mujer curvilínea con piel de porcelana; aquella que estudia y trabaja puede sentirse culpable por no llevar una vida más relajada; o la que está teniendo problemas para pagar sus cuentas debido a su situación laboral, puede sentirse fracasada al no tener dinero para recorrer Venecia.
Pese a que esto podría parecer excesivo (pese a que todos nos hemos sentido así alguna vez), esta escasa distinción entre lo real e irreal comúnmente trae consigo consecuencias graves para el espectador.
Recientemente, Broadly realizó un video testimonial mostrando el uso que se le da a Instagram para la modificación del cuerpo femenino, la cual va más allá de portar el mismo estilo de maquillaje de una celebridad.
En este video, como ejemplo, se muestran los casos de algunas mujeres que sienten en carne propia la presión que conlleva lucir bien, y que incluso admiten la influencia que instagram tiene sobre ellas, a tal punto que funciona como un catálogo bajo el cual se puede pedir a los cirujanos plásticos un poco más de glúteos o un poco menos de cintura, y, desde luego, si bien las mujeres son libres de modificar su cuerpo a su antojo, el problema surge cuando no se evalúan los riesgos que esto conlleva.
En resumen, aunque La Chica Instagram es uno de los tantos estereotipos que presionan a las mujeres, y sin duda exterminarlos constituiría una labor prácticamente imposible, no se deben ignorar los efectos que éstos pueden ejercer y el alcance que las redes como instagram pueden tener.
Las imágenes nos educan y nos ayudan a forjar nuestra visión de la realidad, por lo tanto, no sólo debemos prestar atención al contenido que consumimos, sino también a la forma en la que lo interpretamos. En este punto, también cobran relevancia los esfuerzos de algunas usuarias por mostrarse sin maquillaje ni filtros en esta red, pues, además de resultar refrescante, podría llevar a las mujeres a no esconderse ni sentirse avergonzadas por su cuerpo o estilo de vida.
De igual forma, si bien se ha buscado en este texto mostrar que es normal sentir la necesidad de mostrar lo mejor en las redes sociales (especialmente al tener todas las facilidades para hacerlo), es indispensable crear consciencia sobre el funcionamiento de instagram, de modo que, cada que veamos la imagen de una mujer perfecta en un entorno espectacular, sepamos que en esta red es común encontrar este tipo de contenido, el cual, a su vez, podría no ser real.
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Ana Ortigoza, veracruzana egresada de la licenciatura en Gestión Cultural por la Universidad de Guanajuato que se ha dedicado a la investigación sobre publicidad, moda y estereotipos de belleza. Sumado a esto, siente gusto por el arte, la ciencia, la música ochentera, el dibujo y, sobre todo, por hablar de cosas que a muchos suelen incomodar.