La explotación vendida como fantasía: la industria de la moda mexicana frente a la conversación sobre la reducción de la jornada laboral.
Redacción e investigación por Nayma Flores y Rebeca Alcalá ★
Ilustración por @claomd
★
En los últimos años, la discusión sobre la reducción de la jornada laboral en México ha cobrado fuerza: desde personajes como Susana Prieto hasta sindicatos y colectivos independientes (como el Frente Nacional por las 40 Horas), se ha buscado impulsar la reforma constitucional que propone reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales, ya que el promedio actual de esta nos ubica entre los países con jornadas laborales más extensas en el mundo.
La conversación sobre la reducción de la jornada laboral no ha hecho demasiado eco en la industria de la moda mexicana a pesar de emplear a alrededor de 3.1 millones de personas en sus distintos sectores y generar un PIB de más de 6 billones de pesos mexicanos. Después de todo, es una industria que gasta seis veces más en publicidad que en condiciones laborales dignas para sus trabajadores donde más de medio millón carece de acceso a la seguridad social, el 41% no cuenta con un contrato estable y más del 72% vive por debajo de la línea de pobreza.
Hablar y abogar sobre la reducción de la jornada laboral es esencial para establecer mejores condiciones laborales para todxs.
.
LA EXPLOTACIÓN COMO FANTASÍA: EL COSTO HUMANO DE LA EXPERIENCIA AESTHETIC.
Los empleos en la industria de la moda han sido profundamente glamourizados en la cultura popular, incluso aquellos que presentan, literalmente, casos de explotación laboral como The Devil Wears Prada. Trabajar en revistas de moda con alto renombre o colaborar con marcas se ha vuelto el sueño de muchxs jóvenes que crecieron con series y rom-coms donde el trabajo en moda parecía ser lo mejor del mundo.
Como resultado, la alta oferta de aspirantes ha incrementado el freelance y la oferta de pasantías no remuneradas o con pagas simbólicas en todos los ámbitos de la industria, lo que facilita que más de la mitad de los trabajadores de la moda carezcan de derechos laborales.
De hecho, de lograrse la reducción de horas de la jornada laboral, esta beneficiaría únicamente a trabajadorxs formales, excluyendo, así, a modelos, estilistas, maquillistas y todas las personas que trabajen de manera independiente, que seguirían sujetos a la disponibilidad total que exige el mercado.
Empresas, editoriales y hasta pequeños emprendedores se justifican en la necesidad exacerbada de sostener un ritmo “competitivo” o simplemente en “el amor al arte” para mantener a más de un millón de trabajadores laborando jornadas que superan las 48 horas semanales. En la búsqueda de reducción de costos, las condiciones indispensables para mantener las tasas de ganancia en estos entornos hipercompetitivos llevan consigo una precarización que tiene a más del 72% de sus trabajadores viviendo por debajo de la línea de pobreza (de acuerdo con el informe “La precariedad no pasa de moda, realizado en 2023 por la Acción Ciudadana Frente la Pobreza).
Atravesada por las dinámicas del sistema capitalista, si la industria de la moda mexicana es próspera económicamente suele hacerlo a costa de fabricar pobreza, beneficiándose de una fuerza laboral sin ingresos suficientes para una vida digna.
.
LUJO EN LAS PASARELAS, MISERIA EN EL BACKSTAGE.
Una de las ramas de la industria de la moda más conocidas por sus precarias condiciones laborales es la del modelaje, que aunque suele asociarse con nociones de lujo y una vida de fantasía, detrás de las pasarelas se esconden prácticas de explotación como incumplimientos en pagos (o acuerdos no remunerados “por exposición”) y falta de seguridad social. Otras practicas del sector, sumamente deshumanizantes pero normalizadas a un nivel preocupante son los comentarios despectivos respecto a la apariencia de las modelos, el acoso y abuso sexual, y la falta de acceso a agua y comida durante las jornadas laborales en shootings y pasarelas que suelen extenderse por varias horas.
Lamentablemente, este tipo de prácticas se replican en otros sectores con aún menos reconocimiento y protección: las labores referentes al backstage (maquillistas, stylists, manicuristas y asistentes de vestuario) comparten las condiciones precarias propias del trabajo freelance en la moda, donde se ofrecen servicios por proyecto con jornadas irregulares e intensas, sumando en ocasiones más de 12 horas de trabajo sin descanso, sin pagos de horas extras ni viáticos suficientes.
El sector de la comunicación en moda tampoco se escapa de estas condiciones: aunque pareciera de una naturaleza distinta (quizá percibida como más privilegiada por el acceso a distintos eventos exclusivos y comunicación con celebridades) la realidad laboral de este rubro en México también está marcada por la inestabilidad y la precarización. Las prácticas de fragmentación laboral son de lo más usual, ya que aunque existen algunas plazas formalmente establecidas en ciertos cargos, la tendencia en los últimos años se ha movido hacia las subcontrataciones y el freelanceo: para escritorxs, periodistas y fotógrafxs, el trabajo por pieza (es decir, por artículo publicado, reportaje o sesión), con limitados honorarios (si es que existen) y sin garantías de continuidad suele ser la moneda corriente. Es por esto que también es una práctica común que comunicadorxs de moda tengan que complementar con otras actividades para llegar a un ingreso suficiente para poder vivir.
A su vez, las jornadas laborales por lo general superan, en gran medida, los horarios regulares. Durante temporadas altas en el calendario de la moda (desde fashion weeks locales hasta eventos con alcance internacional como el MET Gala, lanzamientos de colecciones o anuncios de colaboraciones), periodistas de moda son sometidxs a entregar notas a contrarreloj, comprometiéndoles a trabajar en horas extra, por las noches y durante fines de semana por la falta de regulación en labores consideradas “de escritorio”, considerándose que la presión de estar “en cierre” forma parte de la naturaleza del trabajo periodístico.
.
INSPIRACIÓN SOBREEXPLOTADA Y SALARIOS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN.
Más allá de lo que consideramos “complementario” a la moda, como lo listado anteriormente, la precariedad también se encuentra presente en los eslabones centrales de la cadena productiva en moda: diseñadorxs y costurerxs.
Según datos oficiales de la Secretaría de Economía del país, solo hay alrededor de 10,300 diseñadores de moda y vestuario ocupados, con salarios promedio de apenas $3,990MXN mensuales y trabajando alrededor de 40 horas a la semana; además, el 67% de estos se consideran informales, lo que sugiere nuevamente que predomina el empleo freelance y la combinación de las labores creativas con otras actividades para llegar a un sustento digno. Además, existe una clara brecha de género ya que a pesar de que el 65% del total sean mujeres diseñadoras, ganan en promedio menos de la mitad que sus colegas hombres.
Las condiciones de trabajo son diversas. Quienes trabajan en empresas establecidas (ya sea con contratos fijos o en talleres mediante subcontratación o acuerdos informales) atraviesan problemáticas similares a quienes se dedican a otros rubros de la moda: el trabajo bajo presión y las altas exigencias de productividad son condiciones comunes, además de pasar noches en vela y fines de semana trabajando en proyectos para cumplir con los plazos comerciales. Por otro lado, lxs diseñadorxs que optan por emprender se enfrentan a las condiciones difusas entre el autoempleo y la autoexplotación como enfrentarse a jornadas extensas realizando todo tipo de labores, no contar con sueldos fijos, reinvertir todas las ganancias e ingresos negativos en los comienzos. Muchxs jóvenes pasan también por las etapas de pasantías sin pago con la esperanza de ganar experiencia, lo que contribuye a una normalización del trabajo no remunerado que a su vez propicia la precarización, volviendo al diseño una profesión viable solo para quienes tienen los recursos económicos para trabajar de manera gratuita por un tiempo indefinido en búsqueda de una oportunidad.
Aunque la jornada de 40 horas implique en teoría menos noches en vela, la realidad de muchxs seguirá siendo la de trabajar más allá del límite, por la naturaleza de entregas por proyecto y producción desmedida del sistema de moda. Solo al reconocer a quienes diseñan y (re)producen moda como trabajadorxs con derechos en lugar de “artistas que deben sacrificarse por amor al arte”, se podrán mejorar sus condiciones dentro de la industria.
★